El silencio de las palabras

 R.I.P. Iain M. Banks. R.I.P. Antonia Perez Ruiz

La muerte y su implacable avance, nuestra ignorancia de lo que es el tiempo, que a veces nos obliga a refugiarnos en presentes extraviados.
Las mil caras de la muerte, que son una sola, no pueden ocultarnos la tragedia de los esfuerzos vanos. Un camino que nos pierde en la montaña, una calle que nos conduce a una perdida plaza en una ciudad que duerme, un cuadro que nos detiene ante la entrada de una casa, un remoto bosque donde parece que el mundo vuelve a ser ese lugar arcano y primigenio, una nube que nos recuerda una batalla inconclusa, un niño que nos hace olvidar, o quizá recordar, que el tiempo puede ser infinito.
Otro camino que nos pierde en el continuo de la vida es el que nos hace vivir en los demás, olvidando también que somos mentes individuales, que nos diluye en el curso de la existencia.
A veces elegimos el camino más largo, no solo para deleitarnos, sino también para comprobar que la subjetividad del tiempo y la libertad son la misma cara de la Luna.
Iain M. Banks fue un creador arraigado en el pensamiento marxista más libre y profundo.
Contemplaba las vicisitudes humanas como simples estados temporales de un futuro global, compartido y brillante, en el que nuestras consciencias individuales conformarían un todo mayor, adquirirían a través de la integración en el todo un valor inmortal, y la muerte dejaría de ser la tragedia que nos atenaza ante la incertidumbre del tiempo que nos queda.
En una de sus novelas, Excesión, de la serie de La Cultura, las Mentes, inteligencias artificiales que se ocupan del bienestar de la Humanidad, tienen conversaciones que se basan no tanto en la preocupación por datos de posición, en coordenadas espaciales o complejos métodos de medición de valores incalculables, sino en problemas fundamentales de la existencia humana y su libre albedrío, que por supuesto ellas proporcionan, pero también de su propia existencia, disfrutando de esa forma de las más altas valoraciones sobre la naturaleza de la existencia que habrían hecho las delicias de Platón y sus diálogos.
Como si de entes platónicos se tratara, las Mentes que Iain M. Banks imagnó cumplían las condiciones y tienen las características de esos selenitas que conversaban sobre elevados temas con sus cuerpos-cabeza, dejado atrás el lastre del cuerpo en favor de la dedicación a los asuntos verdaderamente importantes del Universo.
El extravío de Banks en una realidad futura favorable, aunque no exenta de peligros para la Humanidad, responde a la creacion de un filosofo neoplatónico que establece en un futuro remoto el bienestar último de la existencia a través de la forma de vida de unas creaciones humanas que han superado la propia inteligencia del hombre y se han convertido en las garantes de la existencia y expansión de la especie humana por todo el espacio conocido.
Así también, héroes anónimos y personas incansables en su afán de proteger a los suyos, construyen las pacíficas plazas de los pueblos remotos y asentan los cimientos de la existencia exenta de crueldad y mal.
Imposible es que el mundo se libre del mal, pues la cara oculta de la moneda siempre permanece latente, pero sin duda esos pequeños pasos, esas personas anónimas para la Historia y los acontecimientos universales, son las que, como si de las Mentes del creador de Fife se trataran, proporcionan a la existencia una dimensión mas agradable, reflejan un mundo bello tras haberlo transformado en su interior.
Nos hablarán siempre desde su silencio, provocando en nosotros el eco de sus palabras mudas.
A todos esos humanos que hacen de la Tierra un lugar mejor, incluidos Iain M. Banks y Antonia Perez Ruiz, hagámosles un monumento de reconocimiento en la Plaza Mayor de nuestras vidas, donde siempre que tengamos dudas o no sepamos qué hacer o  cómo actuar, podamos volver a visitar su memorial para comprender que somos parte de un futuro mejor si somos también nosotros parte de la inmensa lista de cuidadores del maravilloso jardin que es la Tierra.
11/4/2013